Con un profundo aprecio por la belleza natural de Colombia y una pasión por la artesanía, la artista estableció un pequeño taller con conciencia ecológica ubicado en el corazón del país. Armados con un buen ojo para el diseño y un compromiso inquebrantable con la sostenibilidad, se propusieron transformar los materiales desechados en obras de arte portátiles.
El viaje comenzó con la recolección de baterías desechadas y radriogafias RX viejos, reconociendo su potencial como fuentes de plata reciclada.
Las baterías, una vez consideradas inútiles, fueron cuidadosamente desarmadas, separando los componentes de plata del resto de los materiales. De manera similar, los escáneres RX, que habían cumplido su propósito médico, se reutilizaron para extraer la preciosa plata que contenían.
Las hábiles manos y la visión artística del artista insuflaron nueva vida a estos materiales reciclados. Cada pieza fue meticulosamente elaborada a mano, asegurando que nunca dos elementos fueran idénticos. Los detalles intrincados y las texturas únicas de las joyas mostraron el talento excepcional del artista, al mismo tiempo que servían como un recordatorio del poder transformador de la reutilización.
A medida que la colección crecía, las piezas de joyería se volvieron muy buscadas por quienes buscaban no solo la belleza sino también una conexión más profunda con la sostentabilidad. Se convirtieron en símbolos del consumismo consciente, encarnando la creencia de que el arte y la responsabilidad medioambiental pueden coexistir en armonía.
Las joyas captaron la atención no solo de la comunidad local sino también del público internacional. Se llevaron a cabo exhibiciones en ferias de renombre y eventos ecológicos.